III. El principio de la aventura
Nuevos paisajes, nuevas leyendas Marco Polo observaba y escuchaba lleno de curiosidad las leyendas que corrían entre las gentes de los pueblos que atravesaban, y anotaba todo lo que le parecía digno de mención. Así pues, nos habla de un hecho insólito: «En una zona limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia, de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es comestible sino combustible, y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el forúnculo. Y los hombres vienen de muy lejos a recoger este aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia». Es la primera vez que se menciona en la historia la existencia de los yacimientos petrolíferos de Bakú, en el Cáucaso, que en la actualidad son los más importantes de la URSS. Prosiguiendo el viaje, nos enteramos de la existencia en aquellas tierras de los cristianos nestorianos. ¿Quiénes eran estas gentes, y de dónde procedía su religión? He aquí su historia: Nestorio había sido nombrado por el emperador Teodosio patriarca de Constantinopla el año 428. Tuvo una gran influencia por sus polémicas con los arríanos, a los que atacaba duramente; pero uno de los principales puntos en que se apoyaba su doctrina era el de considerar a la Virgen Madre de Cristo, pero no Madre de Dios, es decir, madre solamente de una de las dos naturalezas de Cristo, la naturaleza humana. Esta doctrina fue declarada herética en el concilio de Efeso. Nestorio fue depuesto por el emperador y desterrado al Gran Oasis, donde murió. El nestorianismo desapareció pronto de la Iglesia de Bizancio, pero llegó a Persia y allí se difundió. La herejía nestoriana llegó a ser la doctrina oficial de la Iglesia de Persia, que rompió completamente con la Iglesia Universal, convirtiéndose en la Iglesia nestoriana. Desde Persia extendió su apostolado a los países de Asia: Tartaria, Mongolia, China e India. Hacia el siglo XII se contaban en Asia doscientos obispados y millones de fieles. Poco a poco, y a causa de sucesivas persecuciones, fue decayendo su influencia, pero en la época del viaje de Marco Polo todavía quedaban muchas comunidades cristianas en los países que recorrió. Los viajeros continuaron por Armenia sin mayores percances en dirección a Tabriz. Esta ruta les llevaba muy cerca de Bagdad, la famosa y fascinante ciudad de los califas de Las mil y una noches, que había sido la capital del mundo musulmán hasta que el Khan Hulagu la conquistó pocos años antes. Marco pudo escuchar la historia de la conquista de boca de testigos presenciales: cómo Hulagu encerró al sultán en una torre con todos sus tesoros «para que comiera de ellos», despreciándole por no haber sido capaz de emplearlos mejor en defensa de su reino. Según una leyenda, murió envuelto en una alfombra y pisoteado, como ya hemos dicho; una segunda versión cuenta que murió de hambre en medio de su oro, y una tercera, que Hulagu fundió el metal y se lo hizo tragar. Y, como dice Marco Polo sin gran sentimiento, éste fue el último califa de Bagdad. El corazón de Marco se entusiasmaba con las hazañas de sus amigos los mongoles, sobre todo cuando sus víctimas eran los musulmanes. La última ciudad que menciona marco antes de entrar en Persia es Tabriz, y se ve que quedó deslumbrado por su riqueza y esplendor, así como por sus bellos jardines. También le causó impresión lo heterogéneo de su población, «una mezcla de mil razas: hay armenios, nestorianos, jacobitas, georgios y persas», pero todo lo cuenta en su estilo árido e impersonal. Ibn Batuta, un viajero árabe que pasó por Tabriz cuarenta años después, nos ofrece una descripción mucho más viva: «Caminé por las calles de las tiendas de los joyeros y me deslumbró el brillo de las piedras preciosas. Apuestos esclavos, exquisitamente vestidos y ceñidos con sedas, mostraban las mejores gemas a las damas mongolas, que las compraban generosamente». Marco Polo lo veía también, pero no podía o no quería dar una versión más personal.
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