ES lógico que sintamos curiosidad por conocer a un hombre importante. Y eso por varias razones. El nombre de Pasteur figura en cualquier lista de hombres importantes, por muy rigurosamente reducida que sea la lista. Si, en último extremo, vamos eliminando nombres para quedarnos sólo con aquellos a los que podríamos denominar «benefactores de la Humanidad», el de Pasteur resistiría todas las pruebas. Si, por añadidura, nos consta que tuvo que vencer no pocas ni débiles resistencias para que la burocracia y cierta opinión pública le perdonaran sus fracasos y para que los hombres de ciencia aceptaran la evidencia de sus descubrimientos, queda de sobra justificado el deseo de conocer la andadura vital y científica de uno de los hombres que más han contribuido a dar la batalla —no siempre victoriosa— al gran enemigo del hombre: la enfermedad, sobre todo, adelantándose a ella; practicando una medicina preventiva. Sirva como invitación para adentrarse en la biografía de...