La de los tristes destinos : 23

22/10/2009 3.581 Palabras

La de los tristes destinos Capítulo XXIII de Benito Pérez Galdós Crudísimo fue en París el invierno del 67 al 68. Sobre el Sena helado patinaba la juventud bullanguera, y en el lago del Bosque de Bolonia la crema aristocrática organizó una fiesta rusa, con espléndida iluminación, trineos y deportes al uso septentrional. Insensible al frío, Ibero veía pasar los días y los meses en la vulgaridad uniforme, descolorida, isócrona, dentro del cerrado horizonte del almacén. Ganaba el sustento, sí; pero como no vivimos sólo de pan, el hombre estaba en gran penuria espiritual, ausente de toda grandeza y de las nobles aventuras que planeó su loca imaginación. Vida tan desaborida no habría soportado nunca si el amor no le amarrase a ella con fuertes ataduras, y mientras más se desalentaba viéndose tan bajo, más apasionado se sentía por la hermosa madrileña y más uncido a ella por indestructible yugo. Al contrario de Ibero, Teresa era toda entusiasmo, alientos,...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información