La fontana de oro : 29

23/10/2009 2.693 Palabras

La fontana de oro Capítulo XXVIII El ridículo de Benito Pérez Galdós Era don Silvestre un clérigo carilleno, bien cebado, grasiento, avaro, de carácter jovial, algo tonto, mal teólogo y predicador tan campanudo como hueco. Su hermana era una dueña quintañona, gruesa y muy pequeña, con la nariz del tamaño de una almendra y del color de un tomate, abultadísimo el pecho y el talle y las caderas tan voluminosas que le daban el aspecto de un barril. Las tres ruinas aristocráticas no hubieran nunca descendido en sus buenos tiempos a tratarse con aquel par de personas de baja extracción (porque eran hijos de un tocinero de Almendralejo, y él cuidó cerdos en las dehesas de Badajoz hasta que entró en el Seminario); pero en los tiempos de decadencia podían visitarse y tratarse, aunque siempre con cierto decoro, y estableciendo tácitamente la diferencia de las antiguas jerarquías. Se habían conocido en el locutorio de las Góngoras, en cuyo convento existía una...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información