VIII. El tratamiento psicoanalítico

02/02/2011 3.064 Palabras

La importancia de la medicina En tiempo de Freud se observan dos tendencias claras: el enfoque de las escuelas médicas, especialmente los neurólogos, que dan un planteamiento físico-químico y patológico-anatómico a las enfermedades nerviosas, y, por otra parte, el estudio del mundo psíquico como tal, es decir, del comportamiento del hombre, que había quedado relegado a los místicos, a los filósofos o, en el peor de los casos, a los curanderos. La profesión médica se encuentra en esos momentos impotente ante las enfermedades nerviosas, especialmente ante la neurosis y la histeria. No encuentra el secreto de las causas que las producen. Tienden a ver la parálisis histérica como producida por un mal funcionamiento del cerebro, y la tratan con una medicación ineficaz y con un enfoque psíquico no sólo igualmente ineficaz, sino incluso contraproducente. Consiste —declara el mismo Freud— en someter al enfermo a la intimidación, a la burla y a reprimendas. Los médicos, ante la impotencia de obtener resultados positivos, se vuelven agresivos contra sus pacientes, a quienes culpan de inventarse su enfermedad y de negarse a cooperar para llegar a la curación. En las décadas de los ochenta y de los noventa, sin embargo, la investigación en este área da un viraje decisivo: el francés Forel introduce la hipnosis en el tratamiento y formula dos hipótesis de suma importancia: señala, en primer lugar, que ciertas alteraciones somáticas, es decir, ciertas enfermedades funcionales (físicas), son producidas por influencias psíquicas (de la mente). En segundo lugar, descubre que la conducta de los pacientes, tras la hipnosis, muestra la existencia de procesos anímicos «inconscientes». Por tanto, el campo del inconsciente, del que hasta entonces sólo los filósofos se habían ocupado, se vuelve ahora tangible y por primera vez puede empezar a ser estudiado de forma científica. El primer contacto con este enfoque ya hemos visto que lo tuvo Freud durante sus meses de estancia en París. De la colaboración con los experimentos de Charcot aprende que ciertas parálisis surgidas después de un trauma son de naturaleza histérica, no funcionales, es decir, nerviosas y no físicas. Basándose en esta hipótesis, Charcot logra provocar parálisis por medio de la sugestión de un trauma en estado hipnótico. La técnica de Charcot consiste en sumir al paciente en el sueño hipnótico, y sugerirle que ha sufrido un accidente, un golpe o un shock. El paciente en este estado vive el trauma como si realmente hubiera ocurrido, y como consecuencia de todo ello se desarrolla en él una parálisis histérica. Esta investigación la prosigue su discípulo Janet, que afirma que las manifestaciones patológicas de la histeria dependen de ideas fijas inconscientes. De esta forma, la histeria se puede descubrir como una incapacidad para mantener en conexión los procesos psíquicos, lo cual produce una disociación de la vida anímica. Esto es, el individuo, ante impulsos anímicos contradictorios, no encuentra forma de asimilarlos; se produce entonces una ruptura en su psiquismo, y el conflicto se expresa a través de trastornos físicos.

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